jueves, 15 de noviembre de 2012

¿Quién es la Chingada?



Ante todo, es la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura
mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o
la "sufrida madre mexicana" que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha
sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da
nombre. Vale la pena detenerse en el significado de esta voz.

En la Anarquía del lenguaje en la América Española, Darío Rubio examina el origen de esta
palabra y enumera las significaciones que le prestan casi todos los pueblos hispanoamericanos. Es
probable su procedencia azteca: chingaste es xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel
fermentado). La voz y sus derivados se usan, en casi toda América y en algunas regiones de España,
asociados a las bebidas, alcohólicas o no: chingaste son los residuos o heces que quedan en el vaso,
en Guatemala y El Salvador; en Oaxaca llaman chingaditos a los restos del café; en todo México se
llama chínguere —o, significativamente, piquete— al alcohol; en Chile, Perú y Ecuador la chingana
es la taberna; en España chingar equivale a beber mucho, a embriagarse; y en Cuba, un chinguirito
es un trago de alcohol.

Chingar también implica la idea de fracaso. En Chile y Argentina se chinga un petardo, "cuando
no revienta, se frustra o sale fallido". Y las empresas que fracasan, las fiestas que se aguan, las
acciones que no llegan a su término, se chingan. En Colombia, chingarse es llevarse un chasco. En
el Plata un vestido desgarrado en un vestido chingado. En casi todas partes chingarse es salir burlado, fracasar. Chingar, asimismo, se emplea en algunas partes de Sudamérica como sinónimo de
molestar, zaherir, burlar. Es un verbo agresivo, como puede verse por todas estas significaciones:
descolar a los animales, incitar o hurgar a los gallos, chunguear, chasquear, perjudicar, echar a
perder, frustrar.

En México los significados de la palabra son innumerables. Es una voz mágica. Basta un cambio
de tono, una inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos matices como entonaciones:
tantos significados como sentimientos. Se puede ser un chingón, un Gran Chingón (en los negocios, en la política, en el crimen, con las mujeres), un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo
tramas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un chingoncito. Pero la pluralidad de
significaciones no impide que la idea de agresión —en todos sus grados, desde el simple de
incomodar, picar, zaherir, hasta el de violar, desgarrar y matar— se presente siempre como
significado último. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y penetrar por la fuerza en otro. Y
también, herir, rasgar, violar —cuerpos, almas, objetos—, destruir. Cuando algo se rompe, decimos:
"se chingó".

Fragmento del libro "El Laberinto De La Soledad", Octavio Paz pág. 68